Salen de sus casas y llegan al teatro. Al cruzar ese umbral, abandonan sus subjetividades para convertirse provisionalmente en otras. Transmutación necesaria para la acción dramatúrgica. Un juego donde las fronteras entre cuerpo-soporte y cuerpo-ficcionalizado se vuelven porosas, acaso difusas. Hasta que se sube el telón. (…) Y termina la función. Otra vez la experiencia alquímica, ahora de restauración. Inversión del ritual. Se visten, desmaquillan y vuelven a portar a ese yo que los constituye. Un yo también mutable y dinámico que lucimos todos para vivir en sociedad. Antonella De Ambroggi sabe de esto. Es actriz en formación y fotógrafa. Y en su doble rol (re)conoce la bisagra, ese momento de inflexión inenarrable. Es por ello que en “Out scene” eligió centrar el ojo de su cámara en esos otros mundos fuera de diégesis, más allá de las fronteras de la representación teatral. Inmiscuirse en los recodos ocluidos de las vidas privadas (si aún podemos hablar de vidas privadas) de actores y actrices de nuestro tiempo y un mismo espacio: Montevideo. Coqueteando con el registro antropológico, De Ambroggi contacta a cada uno de ellos, se presenta y concreta una cita. A partir de allí, la búsqueda pasa por establecer un diálogo –construir un lazo de confianza- que exceda al acto fotográfico: esa relación no-natural entre fotógrafo y fotografiado. Relación que, por lo demás, se (re)construye en la imagen resultante: los cuerpos nuevamente se entregan. Pero esta vez –cada vez- desprovistos de ornamentos u oropeles. Es la cotidianidad, lo ordinario lo que busca tornar visible. Lo banal e intrascendente de sujetos que –de a ratos, cada vez que suben a escena- hacen que olvidemos la nimiedad de nuestras existencias. Ilze Petroni Córdoba, 15.06.09