A riesgo de que me califiquen de loco, tengo que exponer mi obsesión con el agua, para que entiendan el sentido de ésta muestra. No creo mucho en el zodÃaco, pero soy pisciano, y supongo que en alguna vida pasada, fui pez. Soy de los que salen de la ducha cuando en el termofón no queda mas agua caliente y de los que les gusta mojarse cuando llueve. Me desestresa regar las plantas hasta que se desbordan las macetas, cambiar una y otra vez el agua de una pecera atestada de peces y caracoles, y llenar la palangana para hundir la cabeza y controlar cuánto tiempo puedo aguantar la respiración. Desde hace un tiempo escribo una novela, y me asusta ver cómo a medida que se va desarrollando, el agua se vuelve más y más protagonista. Advertà que el agua también se colaba entre mis fotos, cuando me vi fotografiando la vieja máquina de escribir, empapando con un dispensador los caracteres, que goteaban sobre el rodillo y la cinta. En mi obsesión por fotografiar, y por mantenerme cercano al agua, he caminado kilómetros y kilómetros por ese lÃmite confuso en el que el agua se cruza con la tierra, donde los rastrojos del mar se abrazan con los desperdicios de la ciudad. De nuestro lado, yacen los fósiles y los restos de los hijos desterrados del mar, y del otro, los hijos de la tierra se sumergen en sus aguas, por cuestiones lúdicas o religiosas. Y frente a mi cámara, dejan caer su ancla, y los atrapo en mis fotos, anclados eternamente en mundos ajenos.
Anclados
10 Noviembre, 2009 - 5 Diciembre, 2009
Organiza:
Gradiva