El sueño, el crecimiento y el círculo, son los elementos que
van estructurando este riquísimo juego de elementos visuales
cargados de valores dicentes, ya nítidos, ya herméticos.
El espejo circular es metáfora de un sinnúmero de elementos,
el reflejarse nos remite a la virtualidad, al agua, al impulso
narcisista necesario para crecer.
Crecer, elemento conceptual de la muestra, como si la autora
se ubicara protagónicamente en diferentes estadios de su
evolución, y reviviera la monarquía infantil que alcanza la
libertad expresa del volar.
La ensoñación de la pubertad introduce a los personajes en
el ámbito de inquietantes y sordas perversiones, un mundo a
punto de eclosionar, espera crisalisado, envuelto en ropajes
rojos o blancos, intentando diferentes rituales de pasaje: la
copa de vino, con sus transparencias y seducciones, el círculo
de máscaras y la pregunta: ¿quién es, cual es la que debo usar?,
Está presente la teatralidad del juego de soy pero puedo no ser,
quiero ser, pero quiero no ser. Todo este mundo sobrevuela la
vida con las grandes preguntas y ausencia de respuestas, solo el
tiempo hará posible que los vacíos se colmen con naturalidad
o con lucha.
Hoy la autora continúa preguntándose frente a sí misma, frente
al agua que fluye.
Con un poderoso vestido amarillo, el personaje más mítico, la
mujer frente a la corriente natural de un río, acciona el proceso
de nacimiento, vida y muerte en el ambiguo ámbito del agua
La bendición del bautismo, la mujer atreviéndose a la líquida
sensualidad, una Ofelia de poético final bien pueden ser
fragmentos de un mismo ser.OcultarVer más